jueves, 20 de diciembre de 2012
Casa de locos
De a ratos se acerca y me pregunta que pasa con la rata, si paso, si la vi. Me dice que es un hamster de color blanco, que lo mira fijo desde arriba del ropero. Que ya la va a agarrar...
Yo me tiro en el piso y espero a que la rata pase, lista para darle en la cabeza con una rueda de color rojo.
Los ruidos nunca cesan, a veces es aire, otras veces son voces susurrando todo el tiempo. También es un cuchillo afilándose en el patio, gotas que caen formando una melodía llena de nostalgia y de las cosas de que se yo, de la infancia que ya se borraron pero que se sienten de alguna manera.
Se me acerca de nuevo, esta vez sacándose el pantalón y me dice que se va a casar, llevando un traje con una cola muy larga, un traje de color rosa, y después me pregunta en que momento y por que motivo perdió el pantalón y si de verdad esta lloviendo o lo estamos imaginando.
Una chica vestida de blanco con los ojos negros de ojeras se me viene encima despacio y la confundo con un pequeño gato. Me dice que siempre va a perdonar mis indiscreciones, mis "vueltitas" por los barrios bajos y yo le doy las gracias y le beso la mano.
Todavía es temprano y todavía pertenecemos un poco al mundo de los vivos.A las cuatro de la mañana mas o menos ya todo esta perdido, dos personas perdidas en una nube de vapor oscuro, en el humo de una fogata que vemos en el medio del comedor, de donde saltan y gritan chispas con sonrisas burlonas que nos hacen poner furiosos.
Fumamos un cigarrillo en la ventana y escribimos historias con el humo. Novelas completas que algún día alguien va a querer publicar y mejor aun, comprar y leer y decir: que genios! que locos!
Mientras me paso los dedos suavemente por el pelo, que para esta hora ya esta blanco, tomo un libro de la biblioteca y lo transformo en una caja. Me meto adentro y pienso en una rosa. Ahora el ya esta vestido de payaso, baila por toda la casa, rompe los platos, busca la rata, me pregunta si puede meterse a la caja, le digo que no, se pone a llorar, lo dejo entrar un rato.
Amanece y el ruido del gran reloj del living retumba por todos lados, un reloj que no tenemos pero que sin embargo escuchamos, uno que nos marca las horas y los delirios. Es cierto que a veces lloramos pero también es cierto que muchas otras veces somos felices en nuestro laberinto infinito de placas de tiza y hormiguero gigante, de fantasmas y una pecera vacía en la cocina.
Para las seis de la mañana ya estamos flotando en el techo que ahora es un mar lleno de peces que nos nadan en la panza, ya las dos cabezas están blancas y la rata esta viva, el reloj retumba, mi caja queda chica y las historias de humo de cigarrillo son aburridas pero ya es tarde para dormir o temprano para despertar.
Ahora queda abrir los paraguas y recordar vestirnos antes de salir a la calle. Queda salir y caminar, al trabajo, a la entrevista, a esas cosas de gente que hace la gente como la gente. Y nos sale tan bien, somos dos camaleones jugando en el mundo y somos dos mas del montón Y así hay que seguir la rutina, no quiero ni imaginarme que nos pasaría si alguien conociera la verdad de nuestras noches en esta casa.
Melisa Crippa
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