Cristini se me sienta al lado porque es m¡ mejor amiga. “Hola”, me dice, y estira la mano para que yo le vea el anillo nuevo.
Es divino el anillo, con una piedra brillante color rosita. “Se llama Rosa de Francia y me la regaló mi madrina”, dice Cristini. “Y también me regaló esto”. Y entonces Cristini saca una caja de lata con caballitos de colores en la tapa y veinticuatro pinturitas adentro. “Son alemanas, carisimas”, dice Cristini. ‘Tero igual te las presto porque sos mi mejor amiga.”
Mi madrina no me puede regalar anillos ni pinturitas alemanas porque ella es maestra, dice mi mamá. Cosas prácticas me regala mí madrina, como ser medias, bombachas y vitaminas.
Es linda la casa de mi madrina, con su jardín y su árbol de nueces. Debajo del árbol de nueces, mi madrina tiene una mesita. Y arriba de la mesita, la Piedra Movediza de Tandil, que sirve para romper las nueces.
Hay otra Piedra Movediza de Tandil, que está en Tandil, es grandísima y se la pasa moviéndose para aquí y para allá. Gentes de todo el mundo vienen a verla, hasta en barcos y en aviones a chorro vienen. Y le ponen botellas a un costadito y la Piedra va y crac, las rompe. Pero ahora no las rompe más, dice m¡ papá, porque la Piedra Movediza de Tandil se fue al carajo.
Por suerte queda la de mi madrina, pienso yo.
“Mi madrina tiene la Piedra Movediza de Tandil”, le digo a Cristini. “¿Y eso para qué sirve?”, me pregunta Cristini. ‘Tara romper las nueces”, le digo yo. “Ah”, dice Cristini. “¿Me prestás el rosita?”, le digo yo.
Como soy la hija del maestro, tengo que usar los útiles de la Cooperadora, para dar el ejemplo.
El lápiz negro se llama ¡Eureka! y no escribe, raspa.
La goma también se llama ¡Eureka! y mientras borra va ensuciando.
Las pinturitas ¡Eureka! no son largas, son cortas; no son veinticuatro, son seis; y no van en caja de lata adornada con unos caballitos de colores: van en caja de cartón adornada con un muerto sin ojos.
El cuaderno no se llama ¡Eureka!, se llama Gorriti porque en la tapa lo pusieron a Gorriti, que era un señor famoso en el mundo entero y eso que no era General de la Nación ni nada.
El cuaderno Gorrití tiene tapa blanda, que se sale, y hojas que no te podés equivocar, porque si borrás se te hace un agujero y se ve del otro lado.
Por suerte tengo regla que no es íEureka! ni Gorrítí, es Pineral, que no sé quién era pero que igual me sirve para dibujarle los renglones al Gorriti, que se los olvidaron de hacer.
“¿Seguro que no es ¡Eureka! el cuaderno?”, le pregunto a mi papá cada vez que los renglones me salen torcidos.
Y mi papá me dice que no me haga la graciosa, que más de un niño daría la vida por tener mi cuaderno, mi goma, mi lápiz. Y que allá en la China y también en los desiertos, los niños dibujan con palitos en la tierra y nunca se quejan.
A mí me gustan los cuadernos de tapa dura donde está San Martín, con su traje de General de la Nación y su caballo blanco.
Mi mamá dice que no importa lo que haya en la tapa porque igual va forrada con azul araña, para que no se arruine, y después con el Billiken, para que no se arruine el azul araña.
Hay unos cuadernos divinos deben ser alemanes que tienen tapa dura y van atados con alambre. Pero en la escuela están terminantemente prohibidos, porque a ver si los varones, que son tan brutos, les arrancan los ojos a las niñas con el alambre y después qué hacemos.
¡Eureka! quiere decir “¡¡Qué suerte!! !!Lo encontré!!” Y la palabra la inventó el muerto sin ojos de las pinturitas que no es un muerto sin ojos, es una estatua, me dijo mi mamá.
Lo que mi mamá no se acuerda bien es qué cosa hizo el señor Gorriti para ser famoso en el mundo entero. Pero algo grande habrá hecho, dice mi mamá, porque no solamente tiene cuaderno: también tiene calle.
A mí me gustan los sábados porque los sábados son días de limpiar pupitres.
Muy cargados vamos los sábados: además de la valija y la bolsita blanca con nombre azul, tenemos que llevar la bolsita azul con nombre blanco, la de limpiar.
Adentro de la bolsita de limpiar va un delantal azul (a mí me lo hizo mi tía, y como lo adornó con frutillas, que están prohibidas, me tuvo que hacer otro, liso), un papel de lija, dos trapitos viejos y un limón. (A los limones, que sirven para sacar la tinta, los tenemos que poner arriba del escritorio de la Señorita, para que ella los corte con un cuchillo peligroso.)
Antes de que empecemos a limpiar, llega Juan con una lata en una mano y una botella grande de tinta con piquito en la otra mano. Entonces Juan va pasando y nosotros tiramos la tinta sucia en la lata y él nos llena el tinterito con la tinta fresca. (Los tinteritos nuestros se ensucian mucho porque los varones, que son muy asquerosos, se la pasan echando adentro porquerías, como ser pelusas y moscas muertas.) A mí me da frío en los dientes cuando paso la lija, pero me la aguanto y la paso lo mismo. Y después de la lija paso un trapito, y después la mitad del limón (ahí hay que esperar para que el limón chupe bien), y de vuelta el trapito. Algunas niñas se chupan los limones. Y los varones, para hacerse los chistosos, se los chupan cuando están llenos de tinta.
Por suerte nada más quedan cuatro varones en el grado, que si no…
Para que el pupitre no se me manche con tinta, mi papá me regala un tintero involcable, que uno lo da vuelta y la tinta se queda pegada arriba, como las moscas en el techo.
“¿Es ¡Eureka!?”, le pregunto a mi papá.
“¡¡NOOOOO!! ¡Lo compré en La Preferida!”, dice mi papá.
“Mi papá me compró un tintero involcable”, le digo a Cristini.
“A ver”, dice Cristini.
Entonces yo agarro el tintero, lo doy vuelta y lo sacudo sobre mi cuaderno de clase.
Lo engañaron a mi papá: el tintero involcable es ¡Eureka!
Graciela Cabal